domingo, 16 de octubre de 2011

La desobediencia, ventana para el desarrollo de otros trastornos psicológicos



Las personas somos entes sociales, construimos un aprendizaje social basado en reglas y normas reguladas por la familia y la comunidad. En el mejor de los casos, durante la niñez, se van estableciendo los límites que en sí, ayudan al individuo a generar comportamientos que tienen el fin de autorregularse. Este proceso se conoce comúnmente como el dominio de sí mismo, el cual regula la forma en que nosotros interactuamos con nuestro ambiente y los seres que coexisten en él. Gracias a los procesos de autoregulación, es que se generan habilidades para enfrentar la frustración, ansiedad, enojo y otras emociones que tienden activar nuestra conducta tratando de mitigar su presencia, o compensar la necesidad de ejecutarlas, y es así como en términos generales, obtenemos dominio de nuestro sentir y evitamos actuar de manera irracional, tempestiva o impulsivamente.



Es decir, si un niño(a) durante la edad de 2 a los 5 años se encuentra en un ambiente donde las reglas no se encuentran establecidas claramente, entonces el aprendizaje de sus procesos de autoregulación, serán aquellos que use para obtener cosas, es por eso que muchos niños que viven en ambientes no estructurados se vuelven niños que tratan de manipular a las personas y su ambiente, manejando su frustración de manera interna, y es aquí, en este proceso de adquisición, donde los niños y niñas inician una autoenseñanza inapropiada de su autoregulación.



Para resumir esta parte, entendamos que si los niños tienen ambientes estructurados donde se les está enseñando a seguir instrucciones, su desarrollo de la autoregulación se dará de manera natural, y a los niños que no viven en ambientes donde tengan que presenciar este tipo de educación, tenderán a manipular y a no desarrollar su autoregulación de manera correcta. Es importante señalar que siempre los extremos son inapropiados, no podemos tener ambientes sumamente rígidos ya que esto alimenta la presencia de conductas obsesivas y ritualistas, mientras que un ambiente en ausencia total de la disciplina, se generan conductas de ingobernabilidad y patológicamente manipuladoras.



¿Qué sucede cuando estas reglas no son enseñadas durante los periodos de la infancia?, entramos en una carrera que intenta satisfacer todas estas necesidades en la adolescencia, y es cuando muchos trastornos conductuales se empiezan a establecer como patrones diferenciados, es decir, ya inicia su constitución como una reacción natural por parte de la persona, y difícil de modificar, afectando su adaptación y aceptación social. Estas conductas las establecen lo adolescentes como una consecuencia de autocontrol y gobernabilidad hacia el adulto, lo que comúnmente conocemos como rebeldía, trayendo conductas de autodestrucción que pueden ser sumamente dañinas y generando como consecuencia una personalidad disocial.



El trastorno disocial, o también conocido como trastorno antisocial de la personalidad, se caracteriza por la presencia de patrones conductuales que muestras un desprecio dirigido a los demás, o a las actividades que realizan dichas persona, muchas veces matizados por crear violencia y confrontación. Es decir, es un pleito establecido, sin argumentos claros, contra cualquier autoridad, de los cuales generalmente finalizan en hechos violentos. Estos patrones en la adolescencia van practicándose de manera constante hasta que estos se establecen como los primeros abordajes para solucionar problemas en la edad adulta. Eso no quiere decir, que si no se desarrollaron buenos modelos disciplinarios que favorezcan la generación de conductas de autorregulación en la adolescencia, no podamos modificarlas más adelante. Estas conductas se pueden cambiar en la adolescencia, enseñando, conductas como la expresión emocional, técnicas de relajación y modelos de resolución de problemas, si usted observa de cerca esta solución, verá que estamos corrigiendo el problema antisocial enseñando estrategias de autorregulación. Sin embargo si pasamos a la edad adulta sin estas estrategias, para poderlas modificar, requerimos que el adulto tenga plena disponibilidad para resolverlos, pero ya en esta fase sus comportamientos para resolver problemas se basan casi estrictamente en la manipulación, creando un mundo ficticio para las personas que se encuentran en su entorno y que él solo puede controlar, haciendo más difícil la intervención.



La persona antisocial es una persona que padece un trastorno de índole psiquiátrico observando una conducta impulsiva, irresponsable e ingobernable. Actúa sin tomar en cuenta a los demás. Solamente cumple las obligaciones sociales cuando satisfacen sus fines. No respeta las reglas, costumbres y normas sociales. Se considera libre e independiente.



Además de los factores ya explicados, que dependen de su entorno y educación, encontramos que existen factores de índole genético, hereditarios y también biológicos que pueden contribuir a su establecimiento como la manifestación de procesos químicos anormales en el sistema nervioso y posibles daños en las partes del cerebro que atañen a la toma de decisiones. Otro factor encontrado, son las lesiones generadas de manera secundaria a la ingesta compulsiva de drogas.



Haciendo un análisis de cómo piensa una persona con conductas antisociales, observamos que sus respuestas cognitivas presentan un pensamiento distorsionado, impulsivo y egocéntrico, es decir no tiene autorregulación apropiada. Muchos presentan incapacidad para generar modelos mentales para el análisis de consecuencias de sus actos bajo un esquema social, además de ser muy susceptibles al deseo de obtener recompensas inmediatas que no pueden anticipar sus consecuencias. Beck afirma que los antisociales necesitan sentirse fuertes e independientes y suelen tener creencias básicas del tipo “Si no ataco yo primero, seré la víctima”.



La mejor forma de intervención de estos trastornos, dependerán de la edad en la cual son detectados, por ejemplo, los niños identificados entre las edades de 2 años hasta los 7, generalmente las intervenciones inician con la enseñanza a los padres de cómo crear armonía entre los estilos disciplinarios, estilos de expresión afectiva y modelos de enseñanza positivos. En la edad de 7 a los 14 años, la intervención deberá establecerse en modelos de relajación, resolución de problemas, y expresión emocional, mientras que en la edad de los 14 a los 22 años se emplean esquemas de modificación del pensamiento, junto con habilidades de resolución de problemas y en la edad adulta los modelos de intervención deben dirigirse directamente a la regulación emocional. Muchos de estas intervenciones se pueden beneficiar del manejo de fármacos siempre y cuando una situación orgánica se haya detectado, hay medicamentos moduladores que no requieren de encontrar un daño específico y que nos ayudan a mantener estables las emociones.





Bibliografía



Millon T. (2006) Trastornos de la personalidad en la vida moderna. Editorial Mason, Barcelona.



Varios autores (2005) DSM IV-TR Editorial Mason, Barcelona.



Autor Lic. Victor gonzalez



Rev. 16/11/2011

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